Una energía tan intensa

Ciro y los persas se presentaron en en Ferro ante 30 mil personas.
Se complica la cosa para no abusar de la adjetivación elogiosa, cuando todo sale tan bien. El sábado a la noche, Ciro y los persas redondearon una celebración del rock, de casi 240 minutos, con una entrega y una calidad de producción que fueron respondidas desde abajo del escenario con un fervor que se mantuvo a tope desde que el cantante, solita su alma, puso primera con los primeros versos de Antes y despuís hasta que –solita su alma- completó con su armónica la intro del Himno Nacional. Así de simple.

Por donde se lo aborde, el show del sábado da un generoso saldo a favor. Si es por la comparación de la actualidad del ex Piojo y su banda con aquellos primeros pasos que daba en Córdoba alrededor de cinco años atrás, el crecimiento es exponencial. Juan Manuel Gigena Abalos y Rodrigo Pírez en guitarras, Nicolás Rafetta en teclados, Lulo Isod en batería y Broder Bastos en bajo encajan a la perfección en un armado tan ajustado como flexible a la hora de rockear, que el reloj persa marca con saludable insistencia. Cualidades que se mantienen intactas cuando se suma el trío de vientos –Juan Cruz Urquiza. Martín Rur y Bernardo Monk; ¿Quí tul?- en Ciudad animal, Blues de la ventana y Servidor, entre otros.

En ese terreno, los solos de Gigena Abalos, la versatilidad de Pírez, la vocación de Rafetta por el piano y por jugar al viejo y fieles Hammond con sus modernos Nord, el groove –no hay otra manera de decirlo- de Bastos y la potencia de Isod son tierra fírtil para que Ciro cante, toque la armónica, scatíe a su modo o le ofrezca el micrófono a los 30 mil que desde ahí abajo completan el cuadro.

Si la cuestión va por el lado de la puesta, sin que sea novedad en Ciro, vale la pena destacar la existencia de una propuesta que va más allá de un listado de canciones que, de por sí, convenientemente arengadas llevarían el encuentro al plano ‘misal’ rockero, que tan poco tiene de rock. Acá no hubo demostraciones devocionales.

En cambio, la idea de edición de las imágenes proyectadas en las dos inmensas pantallas ubicadas a los costados del escenario –logradísima multiplicación por tres del escenario-, la decisión de no poner una tercera detrás de la banda, de modo de no distraer la mirada de los movimientos de los músicos, el diseño coreográfico aplicado a temas como Fantasma y Caminando –con Katja Martínez, y potenciada por la plataforma giratoria del pequeño escenario ubicado en el extremo de una pasarela que avanzaba hacia el centro del campo de juego- le sumaron puntos a un repertorio que merece párrafo aparte.

Al fin de cuentas, los 33 títulos que sonaron el sábado en Ferro no son sino un retrato del protagonista central de la noche. Entonces, ahí están los primeros años en Tan solo, Los mocosos, Babilonia y Cruel -por elección popular-; los tiempos en que todo lo veían desde la cima, en Taxi boy y El farolito; los días de ritual piojoso, en Langostas, Ruleta, Canción de cuna –con dedicatoria para las mamás-, Genius y la tremenda versión de Como Alí, que hizo temblar a Caballito. Todo, atravesado por el presente más (27) o menos (Espejos) próximo de Vas a bailar, Banda de garage, con su pequeño hijo Ale en una segunda batería, Insisto, Mírenla, la emocionante Híroes de Malvinas, Astros, la interminable Noche de hoy, nunca más acorde a la situación- y L.V.R.. A la par de Zapatos de gamuza azul, You Gotta Move y una simpática versión de Hola Don Pepito, hola Don Josí; que eso tambiín es parte de los genes de Andrís Ciro Martínez. Y el sábado no faltó ninguno.

Fuente: edicioncalificada.com.ar