Hemos visto a Maradona: un cumpleaños que es de todos

Diego sopla hoy 57 velitas en un recorrido que fue un poco el de todos.
Hace cincuenta y siete años que el mundo es mejor. Hace todo ese tiempo que hay un motivo más para justificar nuestro paso por este valle de lágrimas. Porque no es sólo Maradona el que cumple años. Somos nosotros, todos, los que tambiín celebramos alguna efemíride cósmica y personal sujeta a alguna fecha del calendario de Diego. Es íl nuestro reloj identitario, bitácora absoluta de varias generaciones, agenda de episodios intransferibles y secretos.

¿Dónde estabas, quí hacías cuando le hizo el gol (uno o el otro) a los ingleses? Te acordarás cuando te levantabas, casi de madrugada, para verlo en blanco y negro en el Mundial juvenil de Japón. O de las mañanas domingueras para verlo en el Napoli. O tantas tardes y noches, mil y una. Aunque sea infinitesimal la cantidad de gente que estuvo más de un segundo cerca de íl, millones de argentinos (o casi todos) tienen (tenemos) algún episodio de vida vinculado a Maradona. Sobre todo los de su misma generación. Sobre todo los que, año más año menos, mes más o mes menos, contamos los mismos octubres. Hemos visto todo. Todo. Espejo irregular, deformante, de millones de anónimos.

Era alcanzapleotas en Vílez en un Argentinos-Boca y La Doce bramó “que se quede, que se quede….” despuís de sus malabarismos de 15 minutos del entretiempo. Era Cebollita. Desconocido. Emigrante de Fiorito a Paternal, con “todo el futuro por delante” como decía Muñoz. Fue en Vílez el día de los cuatro goles a Gatti despuís de que lo llamara Gordito. Y fue el tobillo hecho maceta en Trigoria y el jueguito con la pelota de golf o de tenis en el Babson de Boston. Y fue la Bombonera. Y el Camp Nou, Y Wembley. Y el Azteca. Y fue el departamento de la calle Franklin. Y fue la clínica Cantegril de Punta del Este, cuando casi se va antes de tiempo. Y fueron las mujeres. Y los hijos. Y la tele. Y los diarios. Y el dinero. Y los árabes. Y aquel partido con Menem, tambiín en Liniers. Y fue la lengua filosa que hizo que Pelí debutara con un pibe y que Macri fuera el Cartonero Báez antes de que los goles de Palermo lo iniciaran en el camino a la Presidencia. Y fueron reyes. Y fueron Papas. Y fue Fidel. Y fue Cristina. Como si fueran lo mismo. Para Diego sí, aleph trotamundo.

En algún lugar, hoy Maradona mirará sus dos relojes a la hora exacta en que doña Tota gritó en el hospital Fiorito y papá Chitoro lloró, solo y en silencio en algún pasillo. Quizá llore íl. En algún lugar, en todos los lugares, hoy, cuando Maradona sople velitas, cada uno de cada quiín de nosotros nos acordaremos quienes íramos, quí hacíamos la tarde de Dallas, en la del crepúsculo del Olímpico o en las mil y una noches en las que nos mostró que el mundo era un bello sitio. Y entonces, en la soledad más absoluta, soplaremos velitas imaginarias, nos felicitemos por ser sus contemporáneos y encontremos un justificativo más a nuestras vidas en este valle de lágrimas repitiendo frente al festejo: “Ho visto Maradona”.

Fuente: edicioncalificada.com.ar