Boti-k nació en Córdoba, desde donde exporta al mundo productos de perfumería libres de gluten, sin caseína, conservantes, bactericidas ni químicos. Santino guió a Ignacio y a Florencia a “volver al origen”.
Cuando Ignacio Conde y de Florencia Villamil Delfabro supieron que su hijo Santino fue diagnosticado dentro del espectro autista severo, con problemas orgánicos -como intolerancia al gluten y a la caseína- dieron un giro drástico en sus vidas. Al buscar qué artículos cosméticos, de higiene y de perfumería había en el mercado que pudiera utilizar, la decepción fue total: todos eran importados. Fue entonces que decidieron ser ellos los creadores de la solución y así nació Boti-k.
Pero el camino de emprender no fue fácil. Vendieron un departamento que tenían en Martínez para investigar, desarrollar y producir los primeros jabones, pero también empezaron a desencantarse, según sus propias palabras. Hasta que lograron “volver al origen”.
“Todo lo hicimos de abajo, de cero, porque el mundo está organizado para otro tipo de industria, para otro tipo de comercialización y nosotros vamos a contramano. Somos una empresa con conciencia ecológica; con productos veganos, libres de café y de gluten e hipoalergénicos, que va hacia cero plástico, y todo ese tipo de cosas no las está haciendo nadie en la Argentina”, dijo Ignacio a TN.
Cuando empezaron en 2011, vendían entre 12.000 y 18.000 productos por año, una década después alcanzan los 120.000 anuales.
Ante una necesidad, una solución creativa
“Cuando nos enteramos del diagnóstico de nuestro hijo empezamos a ser muy cuidadosos con lo que consumíamos. Leíamos todas las etiquetas. Al principio fue la alimentación, después terminaron siendo los productos de higiene y ahí nos dimos cuenta de que no teníamos un jabón que no estuviera lleno de químicos o de perfume muy invasivo. Los pocos que había eran importados”, contó Ignacio.
La primera decisión fue empezar a traer los productos de otros países cada vez que viajaban ellos o algún conocido al exterior, pero era difícil mantener un stock familiar disponible de forma regular. Fue entonces que se plantearon la posibilidad de importar.
“Hacíamos unas peripecias increíbles de triangulación para traer las cosas y un día decidimos tratar de importar por la Aduana. Nos pedían certificados médicos, recetas médicas, declaración jurada, una burocracia muy desgastante. Pasábamos toda una tarde yendo y viniendo de la Aduana al médico, porque nos faltaba una receta, un papel”, recordó Florencia.
Se unieron entonces con otras familias en la misma situación y crearon una asociación de padres de chicos con autismo. “Éramos una familia grande, una comunidad que estaba necesitando esos productos”, describieron.
Sus hijos, los únicos productos que pueden consumir son orgánicos; libres de azúcar, de gluten, de lácteos y de caseína; sin conservantes, colorantes, perfumes invasivos y químicos. Una larga lista que, creían, difícil de cumplir. Hasta que nació Boti-k.
Del jabón a una amplia gama de productos
En Boti-k lo primero que fabricaron fue el jabón 100% vegetal, y a los dos años empezaron a desarrollar el champú y el acondicionador, los bálsamos labiales y artículos de aromaterapia. “Todo se fue enfocando en hacer productos puros, esa era la consigna. Fue un momento de toma de conciencia”, dijo Florencia.
Desde el inicio la idea fue dar respuestas a las necesidades de su hijo, pero también abastecer a esa comunidad de padres que estaban en su misma situación, por eso desde el momento cero pensaron en una producción grande.
Consiguieron una jabonería que hacía producciones a pedido; le dieron todos los elementos y le indicaron todos los parámetros para que no agreguen blanqueadores ni químicos sintéticos. “El dueño de la jabonería nos dijo que en 50 años haciendo jabones nunca hizo uno así y que, aunque al principio pensó que no iba a quedar bien, terminó siendo el mejor jabón que hizo en su vida”, aseguró Florencia.
“Tuvimos que cambiarle el chip a todos los químicos y a todos los laboratorios tercerizados con los que trabajamos”, dijo Ignacio.
Entre los productos que fabrican se encuentran jabón; champú; acondicionador; bálsamo labial; leche balsámica vegetal facial y corporal; emulsión balsámica; una línea antiedad con ácido hialurónico vegetal, entre otros. Cuentan con el aval de ANMAT, son libres de petrolatos, testeo animal, derivados de origen animal y de TACC; aptos para piel sensible, bebés, embarazadas, veganos, vegetarianos y celíacos.
El gen emprendedor que impulsó el proyecto
Ignacio y Florencia nacieron con un fuerte gen emprendedor. Ignacio es artesano y astrólogo, y Florencia diseñaba ropa. Viven en Los Cocos, Córdoba, y desde ahí venden al mundo.
Empezaron de cero, pero en Boti-k hoy cuentan con cuatro diseñadores; un departamento de marketing; se encargan del desarrollo de la producción, y hasta de la logística. Ahora, están evaluando adquirir un laboratorio “para garantizar la calidad, la continuidad y el costo”.
“Nosotros desarrollamos las fórmulas, compramos la materia prima y los insumos y se los entregamos al laboratorio para que lo elaboren y nos devuelvan el producto terminado. Por eso están evaluando crear un laboratorio desde cero o adquirir uno ya en funcionamiento. Necesitan garantizar la calidad no solo para la Argentina sino también para la exportación.
Hoy venden a distintos países asiáticos y de Europa del Este, y están negociando con Uruguay, Chile y Perú para ampliar su mercado a América Latina.
“Sabemos que nuestros productos saludables son el futuro; la tendencia es ir hacia allá, es volver al origen. Creemos que el objetivo está cumplido, pero que tenemos que mantener la bandera en alto de lo que hemos logrado y ser muy inteligentes en cómo crecemos, porque nunca un producto natural se va a poder hacer masivamente”, reconocen.
Y el futuro lo ven en manos de su hija, de 15 años, y de sus amigas. “Boti-k es una carrera de milagros, porque se presentaron montones de imposibles, montones de no se puede, pero terminamos haciendo un producto cuidado, pero no cuidado en el precio, cuidado en la calidad”.