A 46 años de su partida, se lo recuerda internacionalmente y su figura se engrandece, por el legado de sus películas.
(Cultura. gob.ar).- Leopoldo Torre Nilsson (Buenos Aires, 5 de mayo de 1924 – 8 de septiembre de 1978) fue el primogénito del realizador Leopoldo Torre Ríos y de la británica con ascendencia sueca May Nilsson. De muy joven comenzó a trabajar como asistente de dirección junto a su padre en la industria cinematográfica. “Mi padre había decidido en un modo terminante que mi carrera tenía que ser la cinematografía; y yo lo acepté, pensando que iba a ser una técnica, de pronto descubrí que el cine podría llegar a ser vehículo para mi imaginación”, compartió alguna vez.
Sus inicios
Ávido lector y autodidacta, comenzó a trabajar en la industria cinematográfica como asistente de dirección de su padre. En 1947 estrenó su primer cortometraje, “El muro”, basado en un cuento escrito por el mismo Torre Nilsson, que representaba el más puro cine de autor. En 1950 realizó junto a su padre “El crimen de Oribe”, inspirada en la novela de Adolfo Bioy Casares “El perjurio de la nieve”.
Torre Nilsson se casó a los 26 y se separó a los 30 años, y tuvo dos hijos con su esposa Pilar. En 1951, Ernesto Sábato le presentó a Beatriz Guido, quien años más tarde sería su mujer. Junto a ella formaron una dupla creativa y adaptaron varias obras literarias para la pantalla grande.
Sus etapas creativas
Su cine puede dividirse en tres grandes categorías que no siguen un orden cronológico:
- Épico-histórico: sobre la Historia Argentina que incluye películas como “Martín Fierro”, “El santo de la espada” y “Güemes – La tierra en armas” (1971), interpretadas por Alfredo Alcón.
- Adaptaciones literarias: desde cuentos hasta novelas, incluso obras teatrales.
- Cine espectáculo: relatos marginales sobre delincuentes con un trasfondo de crítica social, como “La maffia” , “El pibe cabeza” o “Los traidores de San Ángel”.
El cine y la literatura
Torre Nilsson dedicó gran parte de su carrera a las adaptaciones literarias al lenguaje cinematográfico. En 1953, realizó la adaptación del cuento de Borges, “Emma Sunz”, titulado “Días de odio”, cuya producción fue apoyada económicamente por Armando Bó. La película tuvo éxito en el Festival de San Pablo, donde encontró un productor interesado en sus proyectos de adaptaciones literarias al cine. El estilo cinematográfico que Torre Nilsson proponía difería del resto del cine argentino de la época, motivo por el cual fue incomprendido en ocasiones. Ese mismo año rodó “La tigra”, basado en la obra teatral de Florencio Sánchez, film censurado por el peronismo por sus escenas subidas de tono y estrenada once años después.
Durante la crisis de la industria cinematográfica, entre 1956 y 1957, Torre Nilsson escribió su novela “El derrotado”, de la que su hijo Javier realizó una versión cinematográfica en 2011. En 1967 publicó el libro de cuentos “Entre Sajones y el Arrabal” (Editorial Jorge Álvarez).
“El santo de la espada” (basada en la obra literaria de Ricardo Rojas de 1933) es una película histórica épica y relata la vida del General José de San Martín. Protagonizada por Alfredo Alcón, se estrenó en 1970.
CINEAR
En 1973 Ediciones de la Flor editó su segundo libro de cuentos, “Del exilio”. Por último, en 1978, publicó su primera novela: “Jorge, el nadador” (Ediciones Torreón). Desde la década del ’60 en adelante Nilsson adaptó “Setenta veces siete”, en 1962 (basado en cuentos de Dalmiro Sáez), “Martín Fierro”, en 1968 (de José Hernández), “Los siete locos”, en 1973 (basado en la novela de Roberto Arlt) y “Boquitas pintadas”, en 1974 (sobre el folletín de Manuel Puig).
“Para vestir santos” (protagonizada por Tita Merello) y “Graciela” (con Lautaro Murúa) fueron trabajos por encargo. “Graciela” es la adaptación de la novela ganadora del Premio Nadal de 1945 “Nada”, de Carmen Laforet, ambientada en la sociedad catalana de la posguerra civil. Con este film, en 1955 obtuvo el Premio del Instituto Nacional de Cine como Mejor Director.
En 1960 llevó al cine “Un guapo del 900”, versión de la obra teatral homónima de Samuel Eichelbaum, con quien coescribió el guión. Una de sus últimas adaptaciones fue “La guerra del cerdo” (1975), basada en la novela de Bioy Casares.
Nilsson Guido, una dupla exitosa
“La casa del ángel” (1956) le valió el reconocimiento de la crítica europea y fue incluida por la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma entre las diez mejores películas de la época junto a las de directores como Ingmar Bergman y Kenji Mizoguchi. Se trata de una historia escrita por Beatriz Guido que versa sobre lo que hoy denominaríamos un coming of age, es decir, un relato sobre el paso de la infancia a la adolescencia, que implica rebelarse contra el mandato familiar. La película ha destacado tanto por su estética como por su narración intimista. Los siguientes títulos en los que trabajó el matrimonio Nilsson Guido, nuevamente en clave intimista, fueron “El secuestrador” (de carácter neorrealista) y “La caída” (basado en la novela de Beatriz Guido).
Otras obras de la novelista llevados al cine fueron: “Fin de fiesta”, “La mano en la trampa”, “Piel de verano”, “Homenaje a la hora de la siesta”, “La terraza”, “El ojo que espía” y “Piedra Libre”. Fue gracias a Beatriz Guido que se comenzaron a incorporar en el cine roles femeninos de mayor profundidad, narrados desde una novedosa perspectiva para la época.
Leopoldo Torre Nilsson Blogspot
Escrita por Beatriz Guido, su última película, “Piedra Libre” (1976), está inspirada en el grabado “La novia de Módena”, un esqueleto vestido con traje de novia dentro de un arcón, vinculada al relato de una joven que en su noche de bodas escapa de su marido y muere asfixiada. Nilsson declaró que se trataba de una narración “en la que se encontraban las constantes de la vieja civilización argentina; las cocottes mágicas y decadentes de la oligarquía; los jóvenes hermosos, fanfarrones y deportistas que creen poder reformar el mundo con un new deal; las muchachas en flor, viciosas e irresponsables, que juegan con la misma gracia el juego de la vida como el de la muerte”. La película fue censurada y no se estrenó hasta 1983.
Sus galardones
Fue el primer director argentino en obtener reconocimiento internacional en diferentes festivales: San Sebastián, Cannes, Santa Margherita Ligure. Algunos de los premios más importantes que recibió fueron: Mejor Film en la muestra paralela en Venecia (“Piel de verano”), el premio Copa de Plata en Sestri-Levante (“Setenta veces siete”), Mejor Argumento Original en Mar del Plata (“El ojo que espía”), el Mejor Film en Río de Janeiro (“Martín Fierro”) , el Oso de Plata en Berlín por la originalidad de la puesta en escena (“Los siete locos”).
Padrino del Primer Nuevo Cine Argentino
Tanto por sus temáticas como por su tratamiento, la crítica nacional e internacional destacó el aporte de Nilsson al cine de autor. El realizador abordó durante su carrera temas como la decadencia, la moral, la oligarquía, el peso muerto del pasado, el trauma de las relaciones sexuales en la adolescencia, las incomunicaciones, con un estilo propio influenciado por el cine de Luis Buñuel, Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni.
Cine Nacional
A partir de 1957 nace una nueva mirada sobre la realidad del espectador, caracterizado por una profundidad poética y planteos de tipo filosófico. Torre Nilsson impulsó las carreras de los realizadores del Primer Nuevo Cine Argentino: David José Kohon, Manuel Antín, Lautaro Murúa, José Martinez Suárez, Alfredo Bettanín, Simón Feldman, Leonardo Favio, Fernando “Pino” Solanas y Fernando Birri, entre otros, que, a su vez, influenciaron a realizadores del Segundo Nuevo Cine Argentino surgido a fines de los años noventa, como Pablo Trapero, Lucrecia Martel, Adrián Caetano y Martín Rejtman.
Torre Nilsson también se dedicó a la producción cinematográfica, en la que destacan “El dependiente” (1969), de Leonardo Favio, “Los gauchos judíos” (basado en la novela de Alberto Gerchunoff), de Juan José Jusid en 1975 y “Adiós, Sui Géneris” (1976), de Bebe Kamin.
El mayor reconocimiento obtenido en nuestro país fue una retrospectiva de su cine en el 17° Festival Internacional de Mar del Plata en 2002. “No quiero formar parte de un cine-píldora digestiva. No quiero hacer una película para que un indonesio digiera su comida y otra para que rían los que habitan la zona norte de Avellaneda.(…). Quiero hacer un cine que tenga patria, sí, eso. Un cine que ande parásito entre las afligentes tinieblas de un mundo en descomposición. Intuyendo, ganando pequeñas y tremendas batallas para el espíritu, gritándonos que el hombre todavía no ha sido derrotado por el hombre. Ajeno a superficiales modismos de presuntas minorías. Vital y sangrante. Vivo y necesario. Ni cine-teatro, ni cine-pintura, ni de vanguardia, ni de masas. Un cine cálido y auténtico, producto de mi soledad, mi oficio y mi tristeza”.
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